El Visual Thinking y Yo
Me costó mucho dar con el nombre de lo que hoy se conoce como Visual Thinking. Para mí fue un camino de descubrimiento. Tomé cientos de cafés con mucha gente, pregunté y me pregunté incontables veces qué es lo que hago y en qué soy buena.
Me decían: “veo que hacés dibujitos y pegás papelitos, pero no entiendo a qué te dedicás”. Les respondía: "yo tampoco".
Me capacité en Experiencia de Usuario y en Arquitectura de la Información. Participé de la comunidad IxDA (Interaction Design Association) en Buenos Aires, donde me ayudaron mucho a dar forma al primer taller que di para explicar qué era lo que creía que hacía.
Conté con el apoyo de Inicia Comunidad de Emprendedores, con quienes gané un viaje a Barcelona para potenciar mi lado emprendedor. Me ayudaron a capacitarme y a conectarme con personas muy valiosas que me dieron una mano.
Cuando gané el viaje mi emprendimiento de entonces llegaba a su etapa oscura: no me hacía feliz, no era lo que quería potenciar. El emprendimiento que yo tenía no iba por la vía del negocio que yo soñaba. Pero tenía un compromiso con Inicia.
Entonces me dediqué un año entero a hacer introspección y a definir de manera activa lo que quería hacer.
En cada experiencia me enriquecí: gané un método, un tablero, una forma de ver, una herramienta que aplicar, un número de teléfono con el que contar a futuro.
Hice infinidad de cursos. Fue un período de gran divergencia. De sumar herramientas y técnicas sin tener del todo claro su utilidad.
En medio de la crisis me reencontré con herramientas visuales que me ayudaron a entender dónde estaba parada y a dónde quería ir.
Mirando hacia atrás, siempre pensé de manera visual: los apuntes del colegio los tomaba no en modo dictado sino con dibujitos. Para mis amigos, en vez de comprar regalos de cumpleaños, armaba historietas en las que eramos protagonistas de una anécdota que habíamos vivido juntos. Escuchaba a mis amigas con un problema y las ayudaba a resolverlo tomando decisiones concretas. Bajaba a un papel lo que me decían y después mirábamos todo hasta encontrar soluciones como puntos que se unen en la pared.
Más adelante estudié Diseño Gráfico en la FADU y mi primer emprendimiento tuvo la forma de un estudio de producción infográfica. Y, aún así y por más cliché que pueda sonar, no me hacía feliz. Si bien me iba bien y como emprendimiento tenía algo rentable, mi talento no alcanzaba su máximo exponente ni se mostraba en todas sus formas. Todo el mundo tiene un don y un talento.
Todo el mundo tiene algo que le sale fácil y bien. Si bien siempre supe que lo mío estaba en el mundo visual, me faltaba desarrollar el cómo.
Definir cómo iba a ofrecer mi talento al mundo de manera rentable y sostenible en el tiempo. Antes de empezar a desarrollar una solución, me pregunté: ¿Cómo puedo hacer un emprendimiento de esto que amo hacer y que me sale tan natural? Tuve que probar. De la primera idea que tuve armé un taller con gente amiga y salió mal. Pero no me detuve. A la semana volví a al ruedo y salió un poquito mejor.
Empecé a pulir el nido de ideas que tenía hasta que empezó a tener la forma de un producto. Para validar el producto tuve que salir a buscar a quién ofrecérselo. ¿Quiénes necesitan lo que yo tengo para dar? ¿Saben lo que necesitan? ¿Con qué nombre lo buscan? ¿Cuánto pagan, si es que pagan por esto?
Mi formación fue principalmente en la cancha: por 2 años ofrecí mi trabajo a cambio de ganar experiencia y recibir feedback.
En esta parte es donde llegan los dos grandes aprendizajes del camino:
1. No tener miedo de soltar lo que no suma. Yo tenía un camino trazado, que iba bien y que me dejaba tranquila. Me podía quedar con eso. Pero si escuchaba a mi corazón, quizá me decía que ese camino se cortaba y que iba a estar todo bien. Que podía empezar un camino nuevo con el que iba a estar más sonriente.
2. Tiene que dar vergüenza. Salir a la cancha con lo que hay y testearlo. Aprender de un producto a medias, optimizarlo a cada vez que se muestra en vez de guardarlo hasta que quede perfecto. Es muy probable que para ese entonces haya pasado mucho tiempo.
El camino de probar, ir para atrás, volver a avanzar, escucharse, tomar otro lado, abrir esta puerta, etc. puede ser muy enroscado pero acá es donde pienso en El Principito y recuerdo esta frase: “Caminando en línea recta uno no puede llegar muy lejos”.
Haber tenido la posibilidad de hacer este camino sinuoso y guiada por el corazón, por la intuición, hace que pueda vivir de lo que amo.
Una estrategia puede llevarse a cabo de diferentes formas: yo armé tableros de visión para cada pregunta que llegó a mi mente. Desglosé mis tableros en tareas que, a lo largo del tiempo y de cumplirlas una a una, me llevarían a la concreción de lo que había empezado siendo un deseo. A esas tareas les apliqué el método Kanban y les asigné un “pendiente”, “en proceso”, “listas”.
No hay una herramienta mejor que otra. Lo que importa es poder desarrollar esa estrategia y que esté siempre presente para guiarnos en el día a día, de tarea en tarea.
Te invito a diseñar tis planes de acción con estas herramientas y a poner a prueba las estrategias que tengan pensadas para que puedas hacer de sus dones y talentos un empredimiento exitoso.
No sólo por la solvencia económica, sino porque es la oportunidad para hacer lo que mejor te sale hacer, disfrutar de eso y hacerlo sostenible en el tiempo.